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domingo, 3 de marzo de 2013

El alma del vino

Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»

Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.

Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.

¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;

Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.

Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»

Charles Baudelaire




Esta poesía de Baudelaire trata al vino como un ser con conciencia propia cuyo destino es ser bebido por los hombres. El vino en este cántico se presenta como un ser encarcelado en una botella que ha sido creado por el trabajo de los hombres, y que anhela sobre todas las cosas ser bebido, puesto que ese es su cometido. 

El propio vino, en agradecimiento por ver cumplidos sus sueños se ofrece a hacer feliz a cualquiera que lo pruebe, a otorgar salud o incluso a ayudarle a encontrar el amor de una mujer. 

Además de esto, el vino también aparece, como en tantas otras poesías, como una figura generadora de poesía en el corazón de los hombres.

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