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martes, 19 de febrero de 2013

Loa al vino

¿Por qué vendes tu vino mercader?
¿Qué pueden darte a cambio de tu vino?
¿Dinero? ¿Poder? ¿Pues no eres el dueño del mundo
cuando tienes en tus manos una copa?
¿Riqueza? ¿Hay alguien más rico que tú,
que en tu copa tienes oro,
rubíes, perlas y sueños?
¿Amor? ¿No sientes arder la sangre 
en tus venas cuando la copa besa tus labios?
¿No son los besos del vino tan dulces como
los más ardorosos de la huri?
Pues si todo lo tienes en el vino, dime 
mercader, ¿por qué lo vendes?

Poeta, porque haciendo llegar a todos 
mi vino, doy poder, riquezas, sueños y amor;
porque cuando estrechas en tus brazos a la
amada me recuerdas; porque cuando quieres
desear felicidad al amigo, levantas tu copa;
porque Dios cuando bendijo el agua
la transformó en vino, y porque cuando bendijo
el vino se transformó en sangre...
Si te ofrezco mi vino..., poeta,
¡No me llames mercader!

Omar Khayyam (o Jayyam, 1048-1122)


En esta obra, Khayyam trata al vino como al más preciado de los bienes que puede tener un hombre. Aquél que posea una copa de vino será también poseedor de las mejores de las virtudes, y se situará por encima de los mismísimos reyes, puesto que el vino no sólo aporta riqueza y poder, sino que también es generador de sueños, de vida o incluso de unión con lo divino al compararlo con los besos de la huri (las vírgenes que esperan, según la religión islámica en el paraíso).

Por lo tanto en esta poesía se da a entender que el vino es algo que trasciende al hombre, y que el hombre que lo posea tendrá en sus manos el mayor de todos los bienes, puesto que el vino tiene el poder de hacer que un simple mercader sea capaz de regalar mucho más que cualquier otro hombre de la tierra. El vino es mucho más que una mercancía.

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