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sábado, 13 de abril de 2013

La vid

Parece que dormitan, retorcidas,
deformadas sus ramas por la tierra,
traspasadas por el sol, en viejos campos
que en épocas remotas, por septiembre,
fueron vid primera en la memoria.

Parece que dormitan, sin embargo,
crecen y crecen tierra abajo,
afianzando la acechanza continua
de un olvido. Fantasma de la noche
en que la luna su mirada desgarra.

Parece que dormitan, y no alcanzan
sus toscas ramas por el medio día;
y la vista reposa en cada hoja.
Más translúcidas - perlas verderonas-,
ya se asoman prudentes por el sueño.

Parece que dormían, hasta estallan,
refulgen, aparecen, regresan del verano,
y a pesar del silencio de la tarde,
reclaman y reprochan el olvido
de saberse doradas, licuadas... bendecidas.

Inés María Guzmán




Esta poesía de Inés María Guzmán habla de la vid en sí misma, y no del vino, como si se tratara de un ave fénix capaz de resurgir de sus cenizas al llegar la primavera.

La cepa, al inicio del poema, se presenta como un triste recuerdo de lo que en un día fue. Un ser que en septiembre estaba rodeado de gloria, y en pleno esplendor ahora se presenta como un ser dormido, lúgubre o incluso fantasmagórico con la apariencia de haber sido maltratado por la misma tierra o por el mismo sol que en su día le concedieron su gloria momentánea.

Sin embargo, la vid, en apariencia durmiente, tan sólo espera su oportunidad para poder resurgir de nuevo: ahonda aún más sus raíces en la tierra que la vio nacer, a la espera de la llegada de la primavera, su oportunidad dorada, para poder alzarse de nuevo en todo su esplendor  como si hubiera sido bendecida con el mayor de los dones.

Esta poesía, en mi opinión, es especialmente bonita porque relaciona lo efímero con lo eterno, como es la misma naturaleza de la vid (y la vida misma), que a lo largo de su ciclo natural reposa en invierno y pierde la gloria de días pasados, tan sólo para poder volver con más fuerza en la primavera siguiente.

viernes, 8 de marzo de 2013

"Un día sin vino es un día sin sol"
Frase típica de la provenza

Estatuto del vino


Cuando a regiones, cuando a sacrificios
manchas moradas como lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.

Sus pies tocan los muros y las tejas
con humedad de lenguas anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en gotas van cayendo.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.

Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.

A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.

Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.

Y hacia túneles acres me encamino
vestido de metales transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas mariposas.

Entonces surgen los hombres del vino
vestidos de morados cinturones
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.

Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,
y el ruido de mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.

Hablo de cosas que existen, Dios me libre
de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.

Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.

Recordando noches, navíos, sementeras,
amigos fallecidos, circunstancias,
amargos hospitales y niñas entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca,
con un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de esta especie.

A la humedad del vino, en las mañanas,
en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído.

El vino clava sus espinas negras,
y sus erizos lúgubres pasea,
entre puñales, entre mediasnoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de cadáver.

Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.

Pablo Neruda




"Estatuto del vino" narran la odisea personal del vino, como si de un ser vivo se tratara: el poema comienza alabando al vino como una bebida capaz de abrirnos la puerta a nuevos horizontes e incluso de llevarnos volando a ellos con sus "empapadas alas rojas". Sin embargo, estas promesas de libertad se ven rápidamente truncadas cuando el vino cae en las manos de hombres desdichados que lo apartan de su noble destino.

El poema llora por el triste destino del vino, que amargamente sigue su camino hasta encontrarse con los "hombres del vino". Estos hombres del vino, al contrario que los hombres desdichados de su anterior encuentro, despiertan en el vino una emoción positiva: "Me gusta el canto ronco de los hombres del vino, y el ruido de mojadas monedas en la mesa". Por desgracia, el yo poético descubre en esta etapa de su viaje que cuando se abusa del vino se pierde la alegría y quedan "copas llenas de ojos muertos, y terribles espadas de salmuera".

El poeta, ebrio, prosigue con una reflexión sobre su vida desde un punto de vista amargo y hostil. Conforme avanza el poema el poeta pasa de simplemente narrar cosas que han sido a tratar al vino como una bebida perversa con "espinas negras", "erizos lúgubres" y "puñales".

Ante esta perspectiva el poeta trata de escapar de tales pensamientos y poco a poco va volviendo a la realidad, en la que el vino simplemente fluye y sigue su curso hacia "el azul de la tierra", para iniciar nuevamente el ciclo, confundiéndose con "la lluvia y los ausentes".

domingo, 3 de marzo de 2013

"Donde no hay vino no hay amor"
Eurípedes

El alma del vino

Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»

Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.

Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.

¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;

Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.

Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»

Charles Baudelaire




Esta poesía de Baudelaire trata al vino como un ser con conciencia propia cuyo destino es ser bebido por los hombres. El vino en este cántico se presenta como un ser encarcelado en una botella que ha sido creado por el trabajo de los hombres, y que anhela sobre todas las cosas ser bebido, puesto que ese es su cometido. 

El propio vino, en agradecimiento por ver cumplidos sus sueños se ofrece a hacer feliz a cualquiera que lo pruebe, a otorgar salud o incluso a ayudarle a encontrar el amor de una mujer. 

Además de esto, el vino también aparece, como en tantas otras poesías, como una figura generadora de poesía en el corazón de los hombres.

sábado, 23 de febrero de 2013

"Viva el buen vino, que es el gran camarada para el camino"
Pío Baroja

La Rioja

A La Rioja voy,
¡Qué triste estoy!...
De La Rioja vengo...
¡Qué pedo tengo!

Cancionero popular


Estas lineas ponen de manifiesto el estrecho vínculo existente en la cultura popular entre el vino y la zona vitícola del qué este procede (La Rioja en este caso). En este cancionero se trata al vino no desde un punto de vista sofisticado, divino o mágico, sino como una bebida para la gente corriente, destacando en este caso las propiedades embriagadoras del mismo.
En esta copla la figura del vino aparece como un emblema de La Rioja que hace que el visitante quede enamorado de la región, incluso cuando éste no quería visitarla en un principio.